Factores Clave del Desarrollo Económico y la Revolución Industrial

La Revolución Industrial, un período de transformación sin precedentes, fue impulsada por una serie de factores interrelacionados. A continuación, se exploran los elementos esenciales que contribuyeron a este cambio radical en la sociedad y la economía.

Factores Geofísicos

Dos factores geofísicos destacan por su importancia: la dotación en recursos naturales y la situación geopolítica. La disponibilidad de riquezas minerales, como el carbón y el hierro, fue fundamental en las primeras etapas de la Revolución Industrial. Las regiones industriales europeas más precoces coincidieron con cuencas hulleras. En Inglaterra, la abundancia de carbón barato fue determinante. Más tarde, la energía hidráulica fue decisiva para otros países o regiones como Suecia, Noruega, Suiza y Cataluña.

Sin embargo, no debe exagerarse la importancia de estos factores. Con el avance del desarrollo industrial y la mejora de los medios de transporte, la dotación de recursos naturales influyó menos en los niveles de renta de los países.

En cuanto a la situación geopolítica, su peso es considerable. La proximidad a los centros de desarrollo industrial fue un acicate importante para el desarrollo industrial. La Geografía y la Geografía Económica son elementos clave para entender la evolución económica de los países y las características regionales.

La Población y su Cualificación

La nueva sociedad también se manifestó en un cambio de las pautas demográficas. De altas tasas de mortalidad y natalidad, predominantes en la población preindustrial, se pasó a un modelo demográfico caracterizado por bajas tasas en ambas variables. Este proceso se conoce como la transición demográfica. Generalmente, se observa un descenso inicial de la mortalidad, seguido por una disminución de la natalidad. Además, se redujeron las fluctuaciones a corto plazo y el impacto de la mortalidad catastrófica (epidemias, hambrunas). Este proceso aún no ha concluido en todo el mundo y ha provocado un aumento significativo de la población mundial en los siglos XIX y XX.

La nueva economía también llevó a cabo una reestructuración de la población mundial en función de las nuevas necesidades, traduciéndose en fenómenos migratorios sin precedentes.

La cualificación de la mano de obra es un factor crucial. En Inglaterra, la oferta de trabajo abundante y barato, pero de baja calidad, fue positiva en las primeras etapas de la Revolución Industrial, pero negativa después. En Alemania o Escandinavia, la alfabetización generalizada, el alto nivel de cualificación y la colaboración entre la universidad y las empresas permitieron un desarrollo más firme y adaptado al progreso técnico. Cuanto más elevado es el nivel de educación, más fácil resulta comprender y aplicar los frutos del progreso técnico.

La economía tradicional analiza la instrucción como una opción personal. Sin embargo, junto al carácter social de la educación, el desarrollo económico y empresarial hará que la propia empresa integre y controle la capacitación de su mano de obra.

La Agricultura

Durante mucho tiempo, se atribuyó un papel central al cambio agrícola en la Revolución Industrial inglesa. Se establecía una estrecha conexión entre los sectores agrícola e industrial:

  • La agricultura debía proporcionar materias primas y alimentos, excedentes de mano de obra y capital para invertir.
  • El aumento de los ingresos debía permitir aumentar el consumo de bienes manufacturados y de servicios en el mercado interno.

En las últimas décadas, se ha cuestionado este papel central, incluso en Gran Bretaña. Según O’Brien, la influencia del sector primario es menor de lo que se creía. El progreso económico británico se produjo básicamente a consecuencia de los cambios experimentados en la productividad de la economía urbana, debido a la demanda creciente por parte de la industria tanto de trabajo como de materias primas y de innovaciones. Lo que aceleró el progreso industrial fue la integración de los mercados locales, conseguida gracias a las mejoras en el transporte y una módica inversión en industria. La Revolución Industrial, pues, sería esencialmente industrial, comercial y urbana.

Por consiguiente, hoy parece innecesario buscar a toda costa en los diferentes países y regiones un proceso de cambio agrícola previo a la Revolución Industrial. Ello no significa que no tuviera un papel importante en el desarrollo económico. Hay que tener en cuenta que en las primeras etapas del desarrollo industrial siguió constituyendo en la mayoría de los países industrializados un sector clave de su economía. Sin embargo, a la larga, el desarrollo de la nueva economía capitalista irá arrinconando a la agricultura a un lugar muy secundario de las economías avanzadas y de la economía mundial.

Las Instituciones: La Función del Estado

Para el desarrollo de la nueva sociedad se necesitaron profundos cambios institucionales que arrancan siglos antes del inicio del fenómeno industrial. Todo ello irá concretándose en modificaciones sociales, intelectuales e institucionales complejas y graduales. Sobre todo, destaca el nuevo Estado que va a proporcionar el marco para el desarrollo de la economía capitalista con las revoluciones burguesas.

Su bandera fue el liberalismo, que en materia económica partía de la premisa de que el mejor modo de promover el desarrollo económico y el bienestar general era romper los elementos que limitaban la propiedad absoluta de los factores productivos y su circulación, ya que los particulares los utilizarán siempre en el sentido de obtener el máximo rendimiento. Según este planteamiento, las fuerzas del mercado ajustaban la producción y la distribución de lo producido de manera que no quedaría ningún recurso sin emplear (pleno empleo). Los trabajadores, por una parte, obtenían lo necesario para su subsistencia y lo convertían en consumo y, por otra, los beneficios empresariales que no eran convertidos en consumo se transformaban en inversión (fundamentos esenciales de la ley de Say de que toda oferta crea su propia demanda).

De estas ideas derivaba la política económica liberal de que no se debía interferir el mecanismo económico, que se basaba en la libre competencia y la búsqueda de su bien individual por cada cual. El Estado tendría únicamente una función: eliminar los obstáculos que se opusieran a dicha libertad individual. Por ello tenía que ser neutral en el plano de las relaciones de los hombres entre sí dentro de cada país (sin realizar una política social), en el de las transacciones entre personas de diferentes países (librecambio) y en el del dinero en circulación (fijado por el patrón oro). Los gastos de la hacienda pública serían los imprescindibles para el mantenimiento del aparato estatal y se basaría en el equilibrio presupuestario (se debía gastar únicamente lo que recaudase).

Pero en la práctica, muchas de estas afirmaciones no se cumplían:

  • Cada vez resultaba más irreal el equilibrio inevitable de la economía, como se demostraba en las continuas crisis de diferente tipo.
  • La libre competencia se ponía en cuestión con el aumento de la concentración empresarial y las alianzas entre grandes empresas (trusts y cárteles).
  • El movimiento obrero fue obteniendo poder, presionando para que el Estado tomara cada vez más funciones sociales y regulando de las condiciones de trabajo.
  • La política común de los Estados fue sobre todo proteccionista, por lo que el librecambio fue uno de los postulados del ideario liberal que menos se cumplieron.
  • Los Estados interferían el sistema monetario.
  • El equilibrio presupuestario tampoco se cumplió.

Al final, el Estado liberal entró en crisis a principios del siglo XX. Había sido eficaz en el siglo XIX para promover el crecimiento, pero en los inicios del siglo XX el propio desarrollo económico había alterado la estructura del sistema capitalista en el ámbito nacional e internacional y reclamaba otra concepción y organización de los Estados.

En la práctica, en la década de 1920 algunos países se habían desligado de los principios liberales, interviniendo mediante un control de los intercambios, inmiscuyéndose en las relaciones patronos-obreros y sosteniendo el mercado interior mediante el consumo público. En el plano académico, progresivamente aparecieron posiciones «heterodoxas», que ponían en cuestión los principios económicos liberales. De entre todos estos autores sobresale la figura de J.M. Keynes que reclamaba una intervención e inversión estatal en un momento en el que se hacía patente que el sistema económico estaba en crisis, sobre todo la de 1929.

El cambio se va a generalizar tras la II Guerra Mundial, asentándose un nuevo Estado social, imbricado totalmente con la vida económica. Constituirá el antónimo del Estado liberal, teniendo ahora una fuerte presencia en la vida económica y social, realizando una serie de funciones que resultan vitales para su dinámica económica, actuando como elemento regulador con carácter permanente. La principal manifestación de estos hechos será el aumento de los gastos estatales, absorbiendo un porcentaje cada vez mayor del PIB de todos los países desarrollados.

En todo caso, con mayor o menor intervención, un hecho está claro: en el sistema capitalista el Estado es un agente económico de primer orden y un factor esencial a la hora de comprender las características de la evolución económica tanto nacional como internacional.

La Tecnología

Para la mayoría de los historiadores, el progreso tecnológico continúa siendo considerado como uno de los motores fundamentales de la Revolución Industrial y de la economía capitalista. Su papel y los factores que los determinan son complejos.

A la hora de analizar el proceso de cambio tecnológico en cualquier periodo de la historia es importante tener en cuenta la existencia de tres fenómenos íntimamente ligados entre sí pero conceptualmente distintos: la invención, la innovación y la difusión. Un invento, en términos tecnológicos, se refiere a una novedad patentable de naturaleza mecánica, química o eléctrica; en sí mismo, no tiene importancia económica. Solamente cuando se inserta en un proceso económico convirtiéndose en innovación alcanza trascendencia al respecto. En cuanto a la difusión se refiere al proceso por el cual una innovación se extiende dentro de una industria dada, tanto a escala nacional como internacional. Pero difusión no significa en modo alguno un proceso automático de copia de la aportación inicial. En cualquier caso, lo decisivo es que el plazo transcurrido entre un descubrimiento tecnológico y su difusión sea lo más corto posible; a este nivel, si bien los primeros inventos verificados en Gran Bretaña fueron muy sencillos, la clase empresarial inglesa demostró una increíble capacidad para ponerlos enseguida en la práctica. Sin embargo, la evolución posterior fue mucho más lenta y la «segunda oleada» de innovaciones tardó mucho en ser implantada, a la inversa de lo sucedido en Alemania o en Estados Unidos.

La trascendencia de la tecnología, como elemento de gran importancia en la competencia y en las posibilidades de beneficios, hace que fuera perdiendo autonomía conforme se desarrolle la sociedad industrial y la empresa. Por ejemplo, en 1901 el 82% de las patentes norteamericanas las registraron individuos particulares, mientras que en 1986 su proporción fue de sólo el 17%. La innovación se institucionalizará progresivamente, asumiendo buena parte de la labor de investigación y desarrollo los laboratorios de las empresas (junto a la que desarrolle el Estado).

La Acumulación de Capital Físico

El papel del capital en la Revolución Industrial es también un tema controvertido. Estudios recientes se han centrado en la velocidad con que se acumuló, así como en los cambios ocurridos en su composición (capital fijo y circulante) y en las fuentes de su oferta en el seno de los distintos procesos de industrialización. En lo que concierne al primero de los puntos señalados, hoy se sabe que la tasa de inversión se incrementó con lentitud, aunque en los países que llegaron posteriormente a la evolución fuera más rápida. Y en lo referente al segundo, parece claro que se pasó de una situación en la que predominaba el capital circulante a la inversa ya que, aunque el volumen del mismo se incrementó en términos absolutos, dicho aumento fue empequeñecido por el crecimiento sin precedentes del fijo.

¿De dónde procedió la oferta de capital? En primer lugar, del autofinanciamiento -ahorro familiar, beneficios de las empresas-; en segundo, del mercado informal de capitales (amigos, parientes, socios) y en tercero, de los mercados «formales» (bancos, compañías de seguros, mercados de valores) en los que el prestatario y el prestamista no se conocían y en los que las instituciones financieras desempeñaban su clásica función de intermediarios concentrando la información y diversificando las carteras. La cuestión a resolver es qué importancia relativa tuvieron en los distintos procesos de industrialización estas tres formas de financiación y cómo se llega a explicar su mecanismo. A medida que la tecnología y la organización se volvían más complejas, el desembolso inicial se incrementó y se hizo cada vez más difícil depender de la financiación interna para comenzar un negocio. Pero, para las empresas existentes, los beneficios no distribuidos siguieron siendo, por lo general,fundamentales para la acumulación de capital.

La Empresa

La empresa capitalista aparece con la Revolución Industrial, cuando la tecnología deja de ser estática y no se les conceden a determinadas sociedades monopolios reales o legales (u otras ayudas estatales) ni controlan grandes pedidos de compradores ajenos al comercio.

Por lo que se refiere a las características globales de las primeras empresas, las podemos resumir en los puntos siguientes:

  • Escaso capital fijo, lo que iba ligado a una maquinaria simple y barata.
  • Limitado número de trabajadores, que carecían de cualificación.
  • La actividad no era continua, sino que variaba en función de cambios en la demanda, variaciones estacionales e, incluso, hábitos de la economía agraria.
  • El volumen de negocio era muy pequeño. Por lo tanto, no había grandes problemas de administración y la contabilidad no era compleja. Utilizaron al principio las formas contables de los comerciantes. La contabilidad seguía siendo aún un mero registro de transacciones pasadas, sin que se desarrollara todavía una contabilidad de gestión.
  • Carácter individual, donde la propiedad estaba unida a la dirección y que, cuando adquirió una forma jurídica, adoptó la forma de sociedad colectiva.
  • Mercado muy competitivo, en el que se enfrentaban una multiplicidad de pequeñas empresas. El precio final de los artículos lo determinaba en gran medida el mercado.

Desde el principio existió una tendencia a incrementar el tamaño de la empresa. En un primer momento fueron limitaciones tecnológicas las que dificultaban su crecimiento. En las manufacturas se utilizaba maquinaria, pero era muy simple y se seguían usando fuentes de energía tradicionales (hombres, animales, viento o agua), lo que hacía que el volumen de producción fuera tan reducido que no permitiera la creación de subunidades o de necesitar directivos que coordinaran las diferentes partes del establecimiento. En este sentido, el desarrollo de nuevas fuentes de energía constituye un punto clave en la transformación de la empresa. El desarrollo de las máquinas de vapor y la creciente utilización del carbón resultan trascendentales al abrir la posibilidad de una mayor escala de la actividad productiva.

Para el desarrollo de la empresa moderna era necesario también avanzar en el marco jurídico empresarial. Concretamente, la acumulación de un elevado capital sólo era posible mediante las sociedades anónimas y el principio de responsabilidad limitada. La consecuencia será que los propietarios de una sociedad se multipliquen, haciendo imposible que puedan dirigir personalmente la empresa.

El tendido de las vías férreas en la segunda mitad del siglo XIX constituyó un factor trascendental en el desarrollo de las compañías por acciones y los ejecutivos profesionales. Las sociedades ferroviarias demandaron un ingente volumen de capital, que ya no podía ser asumido por un empresario, una familia o un pequeño número de socios. Comenzó a existir una nueva institución económica, la empresa gerencial, y una nueva subespecie del hombre económico, el directivo a sueldo. Con su aparición el mundo conoció un nuevo tipo de capitalismo en el que las decisiones sobre las operaciones corrientes, sobre el empleo, la producción y la asignación de recursos para las operaciones futuras las tomaban los directivos a sueldo, que no eran propietarios de la empresa.

Los ferrocarriles constituyeron las primeras empresas modernas por razones tecnológicas y de organización. Las labores administrativas y de dirección eran demasiado numerosas, variadas y complejas para que se pudieran llevar a cabo por los socios o sus representantes. La coordinación de los movimientos de los trenes, la administración de las tarifas y de los pagos; la circulación segura y regular de las mercancías y de los pasajeros; el mantenimiento y reparación de locomotoras, material móvil, vías, estaciones, depósitos y otros materiales… requerían el establecimiento de una gran organización administrativa. Ello supuso el empleo de un grupo de ejecutivos para supervisar estas actividades en un área geográfica extensa y el establecimiento de una dirección administrativa compuesta por ejecutivos, altos y medios, para controlar, evaluar y coordinar el trabajo de los directivos responsables de las operaciones cotidianas. También exigió la formulación de un nuevo tipo de procedimientos administrativos internos y de controles contables y estadísticos.

La constitución de la gran empresa, con los nuevos métodos de dirección, tardará en desarrollarse en los sectores productivos. La ratio del capital, materias primas, energía y directivos al factor trabajo se elevó, trasformándose estas industrias en intensivas en capital, energía y directivos. Fue un proceso de integración, en el que la empresa fue incrementando el número de unidades y el número de funciones, modificando a la par su papel económico. Para todo ello aprovechó sus ventajas:

  • economías de tamaño (scale)
  • diversificación (scope)
  • reducción de costes de transacción e información

La moderna empresa apareció en la segunda mitad del siglo XIX, pero hubo de esperar para consolidarse en Alemania y Estados Unidos a las primeras décadas del XX. Se generalizó en los principales sectores productivos tras la Segunda Guerra Mundial (casi cien años desde que hubiera empezado a surgir), convirtiéndose en internacional (multinacionales). La concentración llevó consigo que las ramas productivas más importantes se oligopolizarán, modificándose las formas de competencia y el papel del mercado. De una competencia abierta y centrada en el precio de las primeras pequeñas empresas se pasa a un enfrentamiento más controlado entre las pocas sociedades que dominan un sector, enfrentándose por la cuota de mercado y aprovechado su eficacia funcional y estratégica. Al mercado le quedará la demanda final, pero la empresa integrada será la que asuma la función de asignar recursos para las inversiones futuras en función de sus previsiones y de sus estrategias de diferente tipo.

Resumiendo, el desarrollo de la empresa es fundamental en la aparición y evolución del capitalismo. No sólo va a posibilitar el gran avance de la producción y productividad sino que va a alterar muchas de las características del funcionamiento económico de la sociedad.

El Trabajo

La irrupción de la Revolución Industrial estuvo acompañada por el desarrollo de la mano de obra asalariada. Para las nuevas formas productivas se necesitaban trabajadores que estuviesen libres de las limitaciones feudales y dispuestos a vender su fuerza de trabajo por un salario, con todo lo que acarreaba (someterse a la disciplina de la fábrica frente a la irregularidad del trabajo preindustrial). Hay que tener en cuenta que las condiciones de trabajo en los inicios de la industrialización no eran nada atractivas: largas jornadas de trabajo, nulas condiciones de seguridad e higiene, salarios en el mínimo vital (salvo para un pequeño número de especialistas), hacinamiento en los barrios obreros, ausencia de seguridad social, etc. Los primeros trabajadores surgirán de las filas de los campesinos con poca o ninguna tierra, de los pequeños productores de las industrias a domicilio y de los artesanos.

Sobre los niveles de vida en los inicios de la producción industrial hay una controversia que comenzó ya en el siglo pasado y que llega hasta nuestros días. Hoy se acepta por la mayor parte de los especialista que hubo un empeoramiento de los salarios reales y de la condiciones de vida en las primeras etapas de la industrialización. Parece que se cumple la curva de Kuznets según la cual la desigualdad de las rentas registra un aumento inicial y disminuye posteriormente, a medida que avanza el desarrollo económico.

Con respecto a la calidad de vida, hay que remarcar la emigración a ciudades sórdidas, el trabajo en las lóbregas y satánicas fábricas -«dark satanic mills» como se las denominaba- y un conjunto de costes humanos que hubo en los inicios de la industrialización, los cuales hay que detraer de la remuneración pecuniaria a la hora de analizar la situación de los empleados en los inicios del desarrollo industrial. Conforme se fue asentando el desarrollo económico, las cosas cambiarán y se notará una apreciable mejora de las condiciones de vida y trabajo de los países desarrollados.

El crecimiento económico lleva aparejado no sólo una modificación económica, tecnológica o de organización empresarial sino que también supone una alteración de las características de la mano de obra, de los mercados de trabajo y de las relaciones laborales. En el plano del mercado de trabajo, junto a los externos, el crecimiento empresarial y sus necesidades internas llevó aparejado el desarrollo de los mercados internos de trabajo. Con miles de trabajadores en nómina, las compañías podrán amoldar los potenciales de sus obreros a sus propias necesidades mediante cursos de formación, sistemas de ascenso, etc., lo que les permitió dotarse de una mano de obra con la cualificación más apropiada a sus exigencias presentes y futuras. En este sentido, las relaciones laborales se fueron modificándose de forma paralela al cambio que se estaba produciendo en su organización (cada vez más compleja y con la necesidad de un mayor número de ejecutivos encargados de labores de dirección). Se trataba, en suma, de aprovechar las enormes capacidades competitivas que ofrecía la nueva empresa, dentro de las cuales este punto constituía un factor fundamental. Se estaba gestando una nueva dinámica y filosofía industrial, que se plasmó en un principio en la organización científica del trabajo (taylorismo) y su aplicación práctica en el llamado fordismo. Fue un proceso doble, en el que en primer lugar hubo que tomar el control del proceso productivo (en manos de la mano de obra cualificada y artesanos), reduciendo el número de trabajadores con una alta cual cualificación e incrementando el de obreros semicualificados (homogeneización del trabajo). Este proceso se desarrolló en las grandes empresas americanas en las primeras décadas del XX. El proceso se completó a partir de la década de los veinte y, sobre todo, después de la Segunda Guerra Mundial con la segmentación. Se estableció una distinción entre trabajadores primarios (más capacitados, mejor pagados, con más estabilidad y posibilidades de promoción) y secundarios (que realizan tareas más sencillas, duras e ingratas, con mayor flexibilidad y peor remuneración). Dentro del primario también había una elevada distinción en categorías, con distintas funciones y regímenes de ocupación, y con unos salarios ligados cada vez más a la productividad.

Este sistema funcionó bien hasta los años setenta, en el que se va a producir una caída de la tasa de productividad y un recrudecimiento de los conflictos colectivos, junto a dificultades de la empresa para adaptarse a las nuevas y diversas pautas de consumo. Frente a ello aparecieron las formas de trabajo japonés (especialmente el llamado toyotismo y la especialización flexible), que parecían subsanar una parte de los defectos de los sistemas occidentales anteriores. Pero en los últimos años se mostraba que las circunstancias económicas impedían la adopción de un único modelo productivo y de organización del trabajo. Nos encontramos frente a un momento de cambio, donde parece que habrá que perfilar nuevas forma de estructuración de las relaciones laborales, especialmente para hacer frente al reto que suponen las potencialidades que está mostrando actualmente otras economías, especialmente la de China.

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