Factores Determinantes del Mercado Bursátil
Los Mercados de Valores Españoles: En Permanente Proceso de Transformación desde la Década de los 80
El cambio que experimenta el sistema financiero español, y en paralelo el mercado de valores, comienza a fraguarse en la década de los setenta, enmarcado en el proceso de homologación con los sistemas de los países más avanzados y por una gradual desregulación que se manifestará en plenitud en la década siguiente. Paulatinamente, se van creando las condiciones básicas para que, en los distintos mercados, se intensifique la competencia y se busque una mayor eficiencia de los participantes. La profundización financiera de la economía y su apertura al exterior, el avance de la intermediación, la expansión de la institucionalización de la inversión y la transformación del sistema bancario son exponentes relevantes del cambio del sistema financiero.
1980 – 1990
Los primeros años 80 son de extrema importancia para España. La crisis económica internacional de los años 70 se conjugó en España con la inestabilidad política, dando lugar a un deterioro económico que logró frenarse parcialmente solo gracias a los Pactos de la Moncloa. Pero la nueva crisis del petróleo de finales de los 70 e inicios de los 80 volvió a golpear con fuerza a la economía española, que no logró remontar hasta 1983, año en que se abrió una etapa de cambios estructurales que culminaron en 1986 con hechos de tanta importancia como la adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE) o la decisión de permanecer en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Al mismo tiempo, se produjo un impulso de la actividad económica que vino acompañado de un fuerte incremento de la inversión extranjera.
En este escenario, los mercados de valores se transforman a un ritmo vertiginoso, y en un periodo relativamente corto (1987-1992) se configura una nueva estructura.
- En 1987 entra en funcionamiento el mercado de deuda pública anotada, gestionado por el Banco de España.
- En 1988 se produce la reforma de la legislación básica de los mercados de valores, que entra en vigor en 1989, año en el que comienza a funcionar el mercado electrónico.
- En 1989 también comienza a fraguarse el primer mercado organizado de instrumentos derivados, futuros y opciones, que comenzará a funcionar en 1992.
- En 1991 es reconocido como mercado de valores el Mercado de Renta Fija privada (AIAF).
1990 – 2000
La década de los 90, muy brillante en cuanto a crecimiento de la actividad en los mercados de valores, finaliza con otro hito en la historia económica de España: la incorporación a la Unión Monetaria Europea (UME) y, con la posterior implantación efectiva de la moneda única, el euro, que es adoptado desde el principio como moneda de negociación en los mercados de valores.
En el escenario mundial, los mercados de valores inician también, en diferentes momentos, procesos de adaptación que, en conjunto, sugieren una transición hacia un nuevo mapa global. En esta transición, dos fenómenos tienen una especial relevancia: la desmutualización y la cotización de las compañías gestoras de mercados de valores.
La tendencia de las Bolsas a desmutualizarse y a adoptar las formas de gestión y estrategias empresariales propias de cualquier otro sector económico en el que existe una fuerte competencia es irreversible. Una Bolsa desmutualizada conserva su misión tradicional, pero cuenta con la exigencia adicional de crear valor para sus accionistas. Sin embargo, los dos objetivos citados no son, en absoluto, excluyentes, sino totalmente complementarios. De hecho, las Bolsas desmutualizadas y cotizadas en el mercado vienen operando de manera más que satisfactoria.
Factores que Apoyan el Desarrollo de los Mercados de Valores Españoles
2.1 Inversores Extranjeros y Familias, Protagonistas como Inversores
Dentro del conjunto de factores que han impulsado el rápido desarrollo de los mercados de valores, destaca el papel que han asumido los inversores no residentes y las familias españolas como demandantes finales de valores negociados en mercados.
En el caso de los inversores extranjeros, su protagonismo es esencial entre 1985 y 1995. La economía española se adapta a flujos de capital exterior muy intensos, cuyos efectos son muy positivos en términos de modernización financiera. Los flujos de ahorro exterior hacia España se decantan progresivamente por la inversión en valores.
La orientación de esa entrada de financiación exterior hacia la renta fija a medio y largo plazo queda reflejada en la evolución desde stocks prácticamente inexistentes en 1985 hasta volúmenes de 117.000 millones de euros al cierre de 1997. El gran salto se produce entre 1990 y 1993, los años de mayor necesidad de financiación del sector público. Los no residentes han sido, en este sentido, grandes suministradores de financiación para cubrir el elevado déficit público. La existencia de un mercado de deuda activo, en el que los agentes nacionales contribuían a garantizar la adecuada liquidez, generó confianza entre los inversores no residentes y, posteriormente, ayudó a eliminar efectos adversos durante las crisis monetarias de 1992 y 1993.
Con las acciones se reproduce un fenómeno similar: los inversores no residentes poseían en 1985 acciones de empresas españolas por valor de 7.700 millones de euros y, en 1996, se alcanzaban los 147.000 millones de euros.
En cuanto a las familias españolas, la modificación de sus hábitos financieros a lo largo de las últimas décadas es uno de los factores principales del impulso experimentado por los mercados de valores. Hemos asistido a un crecimiento importante del patrimonio financiero, pero, fundamentalmente, a un cambio en la composición del ahorro de las familias, que se abre de forma paulatina hacia nuevos instrumentos desde formas tradicionales de ahorro.
En esta tendencia destaca, sobre todo, el desplazamiento tanto hacia fórmulas de inversión colectiva (fondos de inversión, pensiones y seguros de vida) como hacia la propiedad directa de acciones cotizadas, que suponen una fuerte demanda para los valores de renta fija y variable cotizados en mercados. Si el volumen de activos en manos de las familias, cuyo destino final es la inversión en valores, era en 1985 el 33,6% de los activos financieros totales de las familias españolas, a finales de 1999 el conjunto de instrumentos de inversión colectiva en manos de familias y la posesión directa de acciones, obligaciones y valores de renta fija a corto plazo alcanzaba el 63,8% de los activos financieros, casi el doble.
Los nuevos hábitos financieros de las familias traen consecuencias beneficiosas para el sistema financiero en su conjunto: consolidan importantes volúmenes de ahorro institucional, cuyo destino natural son los mercados de valores (que se ven impulsados en liquidez y eficiencia), cambian las formas de remuneración del ahorro de las familias, haciéndose paulatinamente más sofisticadas, e impulsan la cultura financiera.
2.2 Las Compañías, Protagonistas como Emisores
A lo largo de las últimas décadas, la positiva evolución de la economía y el sistema financiero español se ha producido en paralelo a la consolidación de un grupo de empresas punteras que se han convertido en el núcleo resistente de la economía española y que han encontrado en los mercados de valores un espacio natural de desarrollo desde donde proyectarse, en muchos casos, a escala internacional. Son compañías con un accionariado amplio y diversificado, en algunos casos mayoritariamente extranjero, que han sabido aprovechar el potencial y las oportunidades brindadas por la creciente demanda de valores cotizados en mercados de valores para consolidar una posición competitiva sostenible a largo plazo.
El mérito de haber atraído ahorro y accionistas no residentes se lo deben apuntar las propias compañías, con planes de expansión consistentes y una gestión bien orientada, pero también los mercados de valores españoles en cuanto que su modelo de mercado se ha adaptado operativa y técnicamente para ser capaz de facilitar el proceso. En una economía como la española, solo con el ahorro interno y sin unos mecanismos eficientes de canalización de ingentes flujos de capital en busca de oportunidades de inversión no hubiera bastado para transformar a muchas compañías en las multinacionales que hoy son.
2.3 El Papel de la Tecnología
La tecnología se ha convertido en un factor de vital importancia en el desarrollo de los mercados de valores. En los últimos veinte años, las Bolsas y el conjunto de mercados han realizado cuantiosas inversiones en tecnología, gestión y conocimiento con el principal objetivo de velar por la transparencia, la eficiencia, la equidad del mercado y la protección de los derechos de los inversores. La nueva regulación europea, naturalmente proclive a favorecer la competencia en el sector de servicios financieros y la proliferación de plataformas electrónicas de negociación, constituye el marco donde los mercados regulados han encontrado el reconocimiento explícito a las ventajas comparativas del modelo construido.
El desarrollo de las comunicaciones que se ha producido en las últimas décadas, unido al conjunto de aplicaciones tecnológicas aparecidas, han transformado las prácticas y la operativa en los mercados a favor de nuevas formas de participación de los distintos agentes y operadores. A través de mecanismos crecientemente automatizados, se ha hecho posible la aparición de nuevos servicios y facilidades para los miembros, emisores e inversores y, sobre todo, se han hecho realidad formidables avances en lo que se refiere a la transparencia y la liquidez de los mercados.
Así lo han entendido en todo momento la Bolsa española y los distintos mercados de valores regulados españoles, que han dedicado buena parte de sus esfuerzos a disponer de la tecnología más moderna y de un equipo humano capaz de diseñarla y desarrollarla para poder ofrecer a sus clientes el mejor servicio disponible. En este sentido, cabe recordar que la Bolsa española fue una de las primeras Bolsas en el mundo en disponer de un sistema electrónico de negociación, en 1989.